Su habilidad para las ventas y años de esfuerzo le permitieron a este emprendedor posicionar la marca de ropa Pieers.
Por Gabriel González
Tenía seis o siete años y ya vendía chupetes a los transportistas que hacían escala en Chincha. Luego fue canillita, lustrabotas y cuanto oficio se le podía presentar para ganarse algunos centavos. Wuilian Monterola Abregu creció trabajando.
Nació en Castrovirreyna, Huancavelica, pero a temprana edad lo llevaron a Chincha para estudiar. Ya en su adolescencia acompañaba a Lima a su padre, don Alfonso, para vender las prendas “Tom Jones” que confeccionaba una prima. No llegaba a los 20 años, y por su destreza en las ventas le dieron la zona del Callao. “Empecé a ganar más que mi papá”, recuerda.
VOLVER A EMPEZAR. En 1988 se pusieron de moda los pantalones de vestir. Wuilian vio la oportunidad y decidió independizarse. En Gamarra compró la marca ‘Piero’, a partir de la cual nació Pieers.
Cuando menos lo pensó ya vendía 1,000 pantalones por mes, por lo que tuvieron que dejar de maquilar (tercerizar el trabajo) y establecer un pequeño taller en San Hilarión, San Juan de Lurigancho. “Trabajábamos hasta 20 horas de corrido”, evoca.
Las cosas fueron bien hasta que vino el shock de 1990 y de un día a otro el capital de los Monterola se hizo agua por la hiperinflación. Empezaron de nuevo, esta vez con otra moda, los pantalones de denim a cuadros. Una vez más Wuilian acertó, pero esta vez la bonanza duró poco porque sus distribuidores los estafaron.
Wuilian decidió viajar a Argentina, Colombia y Chile y tomar algunos cursos. Volvió a Lima con la novedad de los puntos de venta con puerta a la calle. “El primero fue en Gamarra y en dos horas vendimos todo lo que antes vendíamos en una semana”, señala.
“Siempre buscamos el camino del éxito”, enfatiza. Hoy Pieers cuenta con 65 puntos de venta a nivel nacional y una moderna planta de confecciones en Zárate. “En esta vida todo se puede hacer, pero no todo es dinero”, concluye.
Información extraída del diario PERU21
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